Las Gunas

El señor Satva estaba confortablemente instalado en una sencilla mansión que, aunque vieja, le resultaba suficiente. Había trabajado mucho para lograr un estado que, consideraba, era el que sus maestros le habían enseñado.

Cuando menos se lo esperaba y cando menos lo necesitaba, su entorno entró en una pequeña convulsión que, aunque no grave, fue lo suficiente como para sacarle de su estado de paz. El señor Rajas se había instalado en su casa sin darse cuenta de ello.

Sin duda tenia claro que como todo era otra lección del Maestro, pero le costaba asimilar la nueva situación. Había luchado contra graves problemas, había asumido las lecciones pero esto era distinto, era tan nimio que no le había dado valor ni importancia y poco a poco se lo había ido comiendo lentamente. Rajas estaba tomando el mando y casi le echa de casa, él se fue acurrucando en un rincón silencioso y la actividad del señor Rajas lo dejó hundido.

Cuando más débil estaba llegó el señor Tamas, que le recupero en parte pero le alejo de su pacifico estado anterior. De la mano de la pereza producida por el tedio, y de la soledad en la que le había sumido el poderoso señor Rajas dejaba pasar los días sin ningún interés por nada. Era realmente cómodo el sistema de vida de Tamas, aburrido pero cómodo.

Pasaron unos meses y el señor Satva poco a poco iba recuperando el recuerdo de las lecciones antaño recibidas, de cómo los maestros la habían hablado del Ser y de la ilusión de Maya.

Una mañana decidió que el señor Rajas y el señor Tamas tenían que irse y cuando fue a buscarlos se dio cuenta que nunca habían existido y que solo en su imaginación de la mano de Maya había vivido un entorno irreal.


Namaskar.